miércoles, 20 de julio de 2022

Desde México de F. Ratzel, una perfecta combinación de percepción eurocentrista aplicada a una cruda verdad mexicana decimonómica

Desde Mexico. Apuntos de viaje de los años 1874-1875 by Friedrich Ratzel
Portada de una de las obras más destacadas de geógrafo alemán, quien a diferencia de Reclus, visitó la República Mexicana, describiendo de una forma eurocéntrica y determinista, la realidad del México de finales de siglo XIX.

Por un largo tiempo se ha extendido la idea de que el geógrafo no es más que un mero descriptor del entorno, depositando en sus anotaciones detalles de carácter físico y social, sin ir más allá. Pues bien no es de todo erróneo ese planteamiento ni tampoco aplica al quehacer del geógrafo actual, el cual ya encuentra bases teóricas consolidadas para el desarrollo de investigaciones propias. La obra de Friedrich Ratzel, fundador de la Antropogeografía, detalló en el libro del que hablaremos en líneas más adelante, su verdad acerca de la realidad le tocó percibir en un México anterior al porfiriato, y pasado el tiempo independentista.
 
A diferencia de su coetáneo Alejandro de Humboldt, la descripción que hace de México está cargada de un montón de analogías organicistas, y que compara abiertamente la Europa donde creció con las tierras salvajes que iba recorriendo. Dichas comparaciones más que resultar ofensivas para el país de aquella época parecen ser atinadas y sustentadas con datos estadísticos oficiales y no, que hasta ese momento se tenían en una nación que irremediablemente aún estaba subdesarrollada. 

En sus atisbos se logra digerir de forma amarga como en cuestiones raciales, a los indios, mestizos e incluso a los propios criollos los dejaba en un plano inferior que los ciudadanos de origen germánico (sea por lengua o por pertenencia). Y advertía que quien quisiera incursionar en esas tierras nuevas tendrá que tener al menos dos cosas muy claras, en primer lugar un carácter firme, y en segundo lugar una inteligencia notable.

Muchos tópicos hablados en el libro ciertamente han cambiado desde que redactara su libro. Pero hay temas que parece que no lo han hecho como tal. Me refiero al tema de la delincuencia por un lado, y por el caos político por el otro. Aduladores y charlatanes aún hoy ocupan gran cantidad de puestos públicos sin plena conciencia de lo que hacen o las razones para las cuáles funcionalmente fueron contratados. Lo que es peor la delincuencia parece haber rebasado y controlado al estado y la fuerza política.

El innegable conocimiento biológico y botánico de Ratzel le otorgó una manera maravillosa de describir y detallar casi con una lupa la diversidad biológica de todos los lugares que iba recorriendo. La idea de acertada de cruzar por medios tradicionales al país (a caballo o en lanchas), no hizo más que nutrir las descripciones paisajísticas, climáticas, biológicas, económicas y sociales del México de esa época. 

Sin duda alguna, lo que resalta grosso modo de su libro, son las críticas abiertas al país subdesarrollado en el que le tocó viajar, destacando los detalles más desagradables del mexicano promedio tales como su conformismo por lo poco que les daba la tierra, su devoción casi ciega a los juegos de azar, su rechazo abierto a otras manifestaciones religiosas y su rechazo a lo extranjero, sus modales poco pulcros y costumbres que aunque rozaban con lo que podríamos denominar paria o salvaje, no dejaban para su sorpresa de ser parte de su vida social y no un estorbo o un factor de odio entre los propios.

En su libro quedó marcada sobremanera las analogías totalmente parcializadas hacia su patria respecto a la diversidad biológica con la que se encontraba. Detallaba la existencia de grandes yermos sin agua y le sorprendía que en medio de tanta desolación existieran chozas aisladas en dónde una familia humilde vivía de lo poco que daban esas tierras. 

Lo que no queda lugar a dudas, es que se mostró impactado por un tipo de paisaje totalmente ajeno a sus tierras, y esto corresponde a las grandes masas de territorio que están recubiertas por una diversidad casi infinita de opuntias (cactáceas como el nopal para los bravos). Las descripciones que hace de este paisaje sin duda es de los más acogedores para cualquier mexicano que lee esas páginas, destacando como en una tierra vacua y sin posibilidades aparentes de desarrollo de formas de vida, aparecen y florecen ese plantas verdes espinosas las cuales de una manera completamente atinada, forman parte de la bandera nacional.

Como era de esperarse su descripción sobre la economía, la educación o la misma religión no iba a ser nada positiva. Resalta en primer plano, como el país siempre dependió de una actividad económica en particular, destacó en su libro el abaratamiento de la explotación de la cochinilla (una tinta como producto) y evidenció los atrasos de actividad económica, en dónde la zonas rurales se dedicaban en su gran mayoría a la agricultura extensiva y en las ciudades el desarrollo comercial estaba en manos de las clases altas y extranjeros.

Es de llamar la atención cómo no se evidencia en él un ni aunque sea un gusto aislado sobre la gastronomía mexicana, es más detalla la forma de hacer tortillas de una manera grotesca, en donde el producto final en ocasiones decía, sabia a tierra. Y en que sin duda a lo largo de su travesía sólo pudo convivir con un grupo muy reducido de gentes de su educación. La mayor parte de su viaje por tierras mexicanas sería conviviendo con las clases bajas, humildes. En dónde destacó de grata manera, la hospitalidad que tiene el mexicano con cualquier viajero que se acercara su humilde hogar. 

El libro deja en el lector una sabor agridulce sobre su país (y más si éste es mexicano), pero me parece que dichas percepciones han sido superadas con el pasar del tiempo. México siendo un país imperfecto, con una gran cantidad de deficiencias y debilidades de carácter de seguridad, políticas o económicas, ha sabido explotar de (buena o mala manera) sus atributos y realzado una cultura precolombina que aún tiene mucho de qué hablar. 

Al final, lo que encuentra Ratzel aquí es antípoda, su anecúmene, una tierras extrañas a las que no pudo detallar más allá de su ya determinada y determinante forma de pensar. Si comparamos su obra con la de Humboldt encontraremos aquí una férrea crítica social, una comparativa terriblemente desigual y un sentido de inferiorizar a aquello que desde propia praxis y cosmogonía no puede comprender. La cualidad de carácter que tanto pregona le hizo falta al mexicano otrora parece haberse sustituido por el valor, esa fuerza motriz y medular que hacer que aún los mexicanos menos afortunados diariamente salgan de sus casas a ganarse y hacer su vida al mismo tiempo, construyendo a un personaje que, como Ratzel, algún día estará en la posición de hacer una comparación tan poco bucólica, la cual espero nadie haga nuca.




jueves, 20 de enero de 2022

Re: El concepto de Topofilia en Geografía

 

Fotografía propia tomada a las afueras del Camino a Huilotán, en la Carretera a Colotlán Km 20 (aproximadamente). Diciembre 2021.


Han pasado ya 7 años desde que publiqué un ensayo con el título que antecede a esta entrada: https://antridigeo.blogspot.com/2014/11/el-concepto-de-topofilia-en-geografia.html y quiero decirles que había una partitura en específico que dejé en el limbo, como una interrogante abierta que pensé responder en poco tiempo.

Veamos la parte a la que hago alusión en cuestión:

Por lo tanto, debe existir un concepto de Topofilia en que él mismo se funde y autopertenezca al mismo tiempo, es decir, que pueda ser aplicable sin la necesidad del sentimiento humano. Para ello, plantea que “nuestra relación con el espacio habitado no se agota en una simple relación emocional con sus atributos (…), sino que se remonta a la propia dimensión ontológica de tal tipo de espacio en tanto lugar de mostración de lo que Heidegger llamara nuestro ser-en-el-mundo” (Yori, 1999:6). Esto explicado en palabras de humanos, quiere decir que el espacio no está ahí esperando a que el hombre lo intercepte, sino que lugar y hombre se funden en una sola categoría existencial, propiciando que existan lugares sin que por ello se genere un sentimiento humano previamente. Por tanto, su concepto se define de la siguiente manera: “la forma que cobra el espacio, a través de la apertura y puesta en obra de la naturaleza relacional de nuestra existencia” (Yori, 1999:11). 

 

Quiero partir con una asimilación de que el sentimiento, apego, o carga subjetiva que se siente de los lugares también es, en esencia un hecho fenomenológico. Pero aquí no entraré en detalles a ello, y lo resumiré como una lacónica significación. Hace ya varios meses había adquirido un libro que llamó sobremanera mi atención, Mundo y existencia de César Lambert, dicho texto es una introducción a la perspectiva teorética de la fenomenología vista desde la perspectiva de Heidegger, Husserl y Welte, este último quien aborda el tópico en cuestión desde una perspectiva religiosa.

Partamos de la siguiente cita:

"La aclaración del estar-en-el-mundo, ha mostrado que no <hay> inmediatamente, ni jamás está dado un mero sujeto sin mundo. Y de igual modo, en definitiva, tampoco se da en forma inmediata un yo aislado sin los otros" (M. Heidegger, Ser y tiempo).

 La idea de que estamos en el mundo viviendo y con viviendo con otros no deja lugar a dudas de que la premisa de crear una Teoría del lugar partiendo de un supuesto sujeto inanimado, que no tiene una carga iconográfica o significativa del entorno, no sería más que un suicidio nometético y regresaría sin duda a la implosión cuantitativa vivida ya en el siglo pasado. 

Uno de los principales principios de fenomenología es que en nuestra forma de interactuar con el mundo y con los entes no-humanos (materiales o inmateriales) es que encontramos en ellos una utilidad. No obstante, en nuestra relación con los demás hay una marcada diferenciación entre un sujeto y otro, de ahí conceptos como co-existencia y otredad. 

Pues bien para el ejercicio filosófico fenomenológico existen 4 momentos que Husserl apunta: El ejercicio de sí mismo, el poder comenzar, la comunicación y el horizonte del mundo. Es en el último momento cuando se entre en contacto con los otros y con el mundo. De esta forma se llega a la siguiente cita:

"Participo de tu mundo y tú participas de mi mundo. Precisamente en tal participación recíproca se hace el mundo, nuestro mundo". Welte.

 De allí entiendo que a pesar que no se haga mención de la carga emotiva del mundo, esta es natural y necesaria ya que al ser seres sociales tenemos y necesitamos la existencia indivisible del otro o el contacto con los demás. Es por ello que la teoría del lugar heideggeriana propuesta por Yori no sólo no es viable, sino que resume de una manera dramática el ejercicio filosófico fenomenológico, tratando de, con cara a la objetividad, restarle su propio atributo esencial. 

Cierro esta corta, pero espero sea alentadora entrada con una cita de Lambert que me parece extraordinaria, y que a pesar del tiempo que ha pasado de la última entrada, contesta y llena el vacío de un buen ensayo realizado otrora:

"No hay, pues, relación con la naturaleza, con el ente no-humano, absolutamente separada de las relaciones interpersonales y autónoma de la relación con el prójimo. La más aislada contemplación del paisaje se da, entonces en el terreno dialógico, incluso allí donde uno está solo y no hay nadie más a quien dirigirse. (...) El ser del ente en cuanto puramente material es vacío y ciego mientras sea sólo para sí y se lo contemple sólo para sí".

 Ya ahondaré más en el tema de la significatividad en otra entrada, pero lo que aquí deposito es importante ya que no sólo le da la razón a Tuan y a tantas revistas de divulgación científico social que hay sobre el tópico, sobre la importancia del rescate de la inmaterialidad subjetiva que hay detrás de los lugares, las personas y sus relaciones interpersonales, la cual sin duda alguna importa, como la Geografía misma per sé.