martes, 21 de agosto de 2018

A un año de vivir en el “sí” lugar

 

Totatiche-Jalisco[1]

¿Se han preguntado lo angustioso que podría ser vivir en la ciudad si un día las vías de comunicación se cortaran, si las señales de radiodifusión se perdieran por horas o incluso días, si se cayera el servicio de internet o no pudieras realizar pagos con tarjeta o retirar del banco? O simplemente, ¿si tu lugar de trabajo se encontrara a 200 kilómetros de tu lugar de residencia? Yo tampoco me lo he preguntado, pero lo he vivido en carne propia por más de un año y creo, sin temor a equivocarme que en mi interior existe una pugna de territorialidad y de cosificación del “si a uno sí o al otro no” lugar.

En mi experiencia personal el ir y residir cada semana laborable (de lunes a viernes) en un lugar apartado de la ciudad donde nací ha sido algo inédito, raro y aparentemente anacrónico si se revisara mi biografía de manera determinista. Es desde luego verdad que los trayectos se disfrutan, que el paisaje aunque supuestamente idéntico siempre muda en los detalles más minuciosos, y que el poder apartarse de la jungla urbana, para trabajar respirar aire puro vale mucho la pena.

El día de hoy, mientras dormía y dejé que el capitán tomara el timón de mi pequeño vehículo mientras disfrutada de una ligera y curveada siesta a un lado del mismo, tuve un pensamiento, una preminisión, una epifanía, una aparición de la señora de las bubis. Después de analizar globalmente todo el contexto que envuelve y alimenta la tarea titánica de mantener y presentarse a un empleo otrora cercano, creo que ya ha llegado la hora de realizar algunas observaciones.

En primer lugar, y el motivo por el cual escribo esta pequeña entrada de blog (no sé si me extienda, pero quien me conozca lo juzgue) es esa idea que se me vino a la mente cuando recordaba los conceptos físicos fumados del Mtro. Armando de Geografía Física en la cual tenías una imagen creada del pasado, y otra del cómo se veía en la actualidad. Algo de ello, aplicado al conexto local en el que Guadalajara fungiría como esa imagen moderna hinchada que se tiene de lo “actual” y el pueblo donde resido como aquello que trae remembranzas de lo que deberíamos llamar “país extraño” pero que todos le dicen pasado.

Si colocáramos de lado los avances tecnológicos y nos centráramos en el contexto y la imagen que ambos lugares proyectan a los sujetos que ahí residen, podríamos distinguir tales “imágenes”, pues no son estáticas sino dinámicas, se contruyen en el mismo espacio temporal, pero aún así, sus movimientos y características son terriblemente diferentes. Pareciera como si todas las teorías de modernidad y pos modernidad ignoraran la existencia de los “sí” lugares, los cuales se encuentran conectados a los procesos que describen, pero en cuyo seno y contextos los sujetos contruyen su realidad, sus imaginario sociales y su personalidad de una manera diferente, pasada, vintage.

Y con vintage no me refiero a toda la tendencia social y económica que ello conlleva (y que involucra a todos esos hipster que se ponen hasta sus chanchas en la zona Chapultepec), sino al hecho de tener de frente estructuras económico sociales que se creían superadas, e inexistentes en el prometedor presente. Dichas estructuras, ignoradas por los académicos, pasadas de lado por los movimientos sociales que buscan la libertad absoluta del beharviorismo individual no sólo son reales sino que además, se mantienen en un estado casi inapreciable.

Sería extramadamente sencillo transformar las imágenes a color que capta nuestro rango de visión como seres humanos por una acromática, en donde los detalles en blanco y en negro nos revelaran que efectivamente, se está viviendo en un contexto que no sólo irradia al pasado sino que se contruye en el presente per sé. Con ello no quiero decir, ni afirmo de forma indirecta que vivo en una simulación ni mucho menos, sino más bien, intento recalcal cómo no sólo los gobiernos o los habitantes de la ciudad o los académicos que en ella habitan minusvaloran territorios extra urbanos, só pena de que exista todo un movimiento globalizado que se alinee a los principios conservadoristas o en protección de tal o cual factor. Estas chorradas que ni yo mismo estoy entiendiendo del todo, podrían responder a cuestiones tales como, ¿es posible volver a vivir el pasado? ¿Ese país extraño no serán más bien los “sí” lugares? ¿Cuál es la construcción de la posmodernidad en lugares donde pese a la existencia de todas las comodidades informacionales del presente, se viva con procesos completamente incompatibles?

Sólo el tiempo y otra epifanía con referencias bibliográficas a punto, nos lo dirán.

Pd. Sino entiendieron mi sátira a Auge, les recomiendo leer su obra es harto interesante.