lunes, 14 de septiembre de 2015

Notas sobre los paradigmas, el pensamiento geográfico, Milton Santos, y la verdadera totalidad.

Sin título

Observa detalladamente la imagen, y dime, ¿Qué notas? sí, un montón de figuras irregulares de cuatro lados, y pentágonos. Ahora piensa en influencia, en el hinterland  de Chrisholm, ¿Ya lo tienes? Ahora yuxtaponlo todo, y vacíalo en un plano de la urbe tapatía del año 1970, antes de que inclusive, la propia facultad de geografía existiera. Si no supiste qué o quién era (pude haber sido yo en tanga), me refiero a la Teoría del Lugar Central de Walter Christaller, aplicada sin geógrafos, lo que sin lugar a dudas es triste, pues ni en nuestro gremio vemos innovaciones en este rubro.

Quisiera poder decir que la universidad ha concluido y que soy geógrafo, quisiera decir que lo que digo no sólo reafirmo con el día a día, sino con un ejercicio en el que, a pesar de partirme el alma, pienso en colectividad antes que en un plano meramente individual. Muchas cosas quisiéramos inclusive decir, antes que hacer. Pero la vida tragicomédica, es así. El día de hoy por la mañana me encontraba en la mapoteca histórica leyendo un par de artículo inefables colocados en la revista de Geocrítica de la Universidad de Barcelona. Los leí en físico. Desconocía plenamente su existencia en la biblioteca de mi universidad. Y pese a que son accesibles de forma virtual, no hay nada, ni (espero) existirá una sensación semejante que el ojear un texto de nuestra disciplina (porque para decirle ciencia, primero habría que respondernos ¿Qué es ciencia?) de forma material (ahorita no, Marx).

Primero, citaré de forma burda el texto del que desarrollo algunas ideas y parafraseo al mismo en lenguaje humano (por si me ven escribiendo una cosa como manu militari, yo no fui): http://www.ub.edu/geocrit/geo40.htm, claro que, una lectura desmesurada quizá no tendrá ningún efecto en sus retorcidas mentes, es esencial pues a pesar de centrarse en un concepto, es un ejercicio revisionista, crítico, sesudo y magnánimo, de las virtudes y desafíos, pero también de los errores y desfalcos, que nuestra empresa de geograficidad (hola de nuevo, Dardel) nos ha dejado (o heredado, por desgracia).

Primero, ¿Qué jodidas es un paradigma? una palabra en boca de periodistas imitadores (*cof cof* y políticos decimonónicos) o de académicos “con clase” que ha sido poco entendido, y mal aplicado, tanto por personal “capacitado” como por “supuestos” tótems y gurús sociales. Yo, como todo buen no filólogo, me remito al origen gramatical. Thomas S. Kuhn lo acuñó en el año 1962, y lo colocó en su gran texto de La estructura de las revoluciones científicas. Lo definía como un “conjunto de supuestos y procedimientos generalmente aceptados, los cuales servían para definir a la vez los temas y los métodos de la investigación científica”. Nada de modelos y otras chorradas como llegarían a afirmar próceres modernos (ojo, modernos) de la geografía como Peter Haggett.

El problema de pensar en paradigmas en geografía, es que, a raíz de su institucionalización alrededor de la década de los setenta del siglo antepasado, el quehacer de los geógrafos se ha remitido a un reajuste epistemológico que más bien, se adapta a la evolución natural de la ciencia, y no necesariamente, a una serie de sucesiones radicales de difícil explicación y esclarecimiento. Aunque, en otras palabras, podría decirse que el pensamiento espacial, más que haber sufrido rupturas internas o inmanentes, es decir, propias de la praxis academicista, respondieron a una serie de cambios sociales y a la famosa enfermedad conocida como “la aceleración de los tiempos”. De esta forma, al ser tan claras las emergencias, pautas o líneas de investigación, su temporalidad y espacialidad (por que, como se dijo, se habla en términos de la geografía institucionalizada) el concepto de paradigma en geografía no sólo existe en un entorno de complejidad a borbotones, sino que, más bien, ha sido utilizado de mala manera para explicar “revoluciones” que, simple y llanamente, son parte de coyuntura externa entre el mundo de las “ciencias” (añado: positivismo) y el pensamiento social o común.

Podríamos considerar, las “ideas comúnmente aceptadas” en geografía citadas por Haggett y que, de facto, son las siguientes: “el estudio de la diferenciación espacial de la superficie terrestre; el estudio del paisaje; el estudio de las relaciones entre la tierra y el hombre, y el estudio de las distribuciones o las localizaciones. Empero, no estamos hablando de universales, ni tampoco de una serie de marcos teoréticos que se suceden vehementemente de forma diacrónica. Lo que tenemos, por el contrario, es una etapa de re-identificación de la disciplina geográfica, en dónde la búsqueda tardía de identidad no nos ha dejado claro nuestro punto en común: nuestra heterogeneidad espacial.

Tal como hablaba con un colega que admiro y respeto sobremanera (y espero, sea recíproco) el problema de textos como el Choque de Civilizaciones de Huntington es que, precisamente, se basan en ideas comúnmente aceptadas, que pasan de campo del idealismo, al de las ideologías, en este caso, para alimentar a una denominada occidental. Ahora bien, tampoco se puede decir que las posturas renuentes o abiertas sean del todo correctas o válidas a la vez (tomando como premisa el debate oriente-occidente). Como bien se cita su carácter ambivalente a Linton y Barnett: Los innovadores en general son frecuentemente unos inadaptados a la sociedad, disminuidos por personalidades atípicas, pero también los descontentos, los inadaptados, los frustrados, o los incompetentes son los que principalmente aceptan las innovaciones y los cambios culturales. Este par de citas aplicadas al mundo social y científico, sirven para ejemplificar las discordancias entre el uso correcto de terminologías, y la forma en que éstas también, son llevadas a su implementación errática.

Ergo, un paradigma “debe de verse como un objeto de estudio y no como un medio para entender la complejidades de los cambios científicos”, que en el caso geográfico, más que realidades Morinianas, han sido más bien mecanicistas, determinables y comprensibles al mismo tiempo. Sin embargo, eso no quiere decir que los procesos de aceptación de innovaciones científicas en la opinión pública de Ricoeur sean deleznables, al contrario, la geografía tardó tiempo en aceptar a los humanistas, realistas, marxistas, y hoy día, se resiste a darle centralidad al posmoderno (*vomita* Soja). Aunque la lógica espacio-temporal y el propio devenir científico y social, así lo señalen.

Cambiando de tema, hablar de Geografía (en su esencia monista) es una tarea que sí es compleja, también es diafanizable. Discernir entre su naturaleza, es decir su objeto, debería remitirnos a Milton Santos y su obra de título similar. Pero de su conceptualización, tal y como medio mundo ha esbozado sus atisbos, es necesario partir de la forma en que ésta es interpretada, si como un conjunto de conocimientos desorganizados que a la postre se consolidado en un constructo llamado geografía, si como una actividad práctica (investigación), o una institución social o disciplina. Sé que a casi todos nos interesa la tercera acepción, pese a que por su naturaleza se podría, más bien, tipificar como la primera entidad proteiforme.

Y es aquí dónde muestro mi serie de posiciones personas, que algunos casos comparto con los autores, para en otras simplemente diferir. Hablar de ciencia en su sentido de institución social nos remite a la especialización e hiperespecialización de la mayor parte de los conocimientos que los filósofos, nomadistas, o totalizadores dejaron en el pasado. La gran victoria del método científico debería verse, no como una mejor manera de entender la realidad, sino como la imposición de un ímpetu fragmentario de la realidad. Nicolás Ortega Cantero, a pesar de su ferviente petición por revivir al regionalismo, me parece que hace un énfasis que ha dado en el Talón de Aquiles epistémico geográfico. ¿Debemos decir que algo se ha superado sólo por no responder a recientes tendencias vistas y aceptadas de forma natural? Algo deberíamos ya de reconocer, el positivismo no es holístico.

Esto me lleva a Santos y a recordar su forma en que define al propio espacio geográfico. Entendido como un sistema de objetos y un sistema de acciones en plena interacción por medio de la técnica, deja de lado (superficialmente) que el hombre está inmerso un micro, meso, macro cosmos, desde dónde parte la propia cultura, el comportamiento y la sociedad. Si bien es cierto que la técnica o la tecnología ha tenido un pobre análisis espacial, es indispensable discernir entre los diferentes entornos en los cuáles se construye nuestro devenir cotidiano. Pues éste no sólo es real o vivencial, percibido o sentido, sino que también, a partir de las propias acciones, es cognocido, esto es, interpretado por los sujetos geográficos en un proceso de vaivenes, esto es, de ida y de vuelta. De esta forma la técnica pasaría a verse como eje intermediador entre el hombre y la naturaleza, con impactos en el espacio, pero también con impactos en la forma en que el hombre, topológicamente, se adapta, resiste o vive en los espacios.

Al final de cuentas,es tanto en el entorno cognocido como en los lugares, dónde se pueden lograr reconocer y abarcar la totalidad de relaciones entre las experiencias y la acción. Esto nos llevaría a pensar que la geografía es una ciencia de los lugares y no ciencia social, empero, debe de reconocerse que puede ser una disciplina sin una forma geométrica válida, pero con contenidos, métodos y objetos de estudio bien acotados, interpretados, analizados y explicados. ¨Por ende, como cito a los autores, el problema de la geografía “es el de la reciprocidad entre la mente humana, lo subjetivo y su entorno, el intento de explicar la tierra y la naturaleza en términos humanos”. Lo último que quizá, ya nos ha dado indicios uno de los autores más olvidados, pero importantes de la disciplina: Eliseo Reclus.

Entonces, '¿hacia dónde ir? Los autores también nos dan la respuesta: “La aplicación de la geografía se dirige al entorno potencial (esto, ideal y posible) futuro, en tanto que expresado por valores. Y tal como dijo una gran ponente en la pasada semana de la geografía (Dra. Irasema Alcántara): “lo importante debe ser estar avocados a la multi o transdisciplinariedad y no a la tranzadisciplinariedad. De tal forma que debemos construir mejores mundos, tanto reales, como vividos, para finalmente, devenir en lo que Harvey tituló: “Espacios de esperanza”.

jueves, 3 de septiembre de 2015

El análisis del sistema-mundo, Geografías de los imaginarios, White y Humboldt.

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Los Diarios Americanos de Alejandro de Humboldt comprados por la Biblioteca Estatal de Berlín por 16 millones de euros.

Más información en alemán: http://www.bmbf.de/de/23409.php?hilite=Humboldt+amerikanische+

Liga de los archivos digitalizados: http://digital.staatsbibliothek-berlin.de/suche/?mode=new&formquery0=amerikanischen+reise+alexander+humboldt 

No hace mucho tiempo, escribía en este mismo blog, una de las entradas más interesantes pero con mayores posibilidades de ser sujeto de pruebas en un campo, meramente, artificial (http://antridigeo.blogspot.mx/2015/06/la-busqueda-tardia-del-universalismo.html). Decía yo, que el poeta postvanguardista White, era uno de los personajes más interesados en buscar una forma de integración solvente, entre la realidad y los sujetos geográficos. Si bien, no podría contradecir algunas cuestiones esbozadas en aquella ocasión, sí es pertinente decir, que en los últimos días he podido clarificar un poco su ideas, y establecer relaciones mentales entre las no pocas últimas lecturas realizadas en un lapso temporal bastante efímero.

Últimamente, he sufrido los embates directos de la realidad ominosa y rampante que sufren poco más de la mitad de las personas en el país en el que vivo, y esta vez, se materializó en una ausencia de luz que, si bien no afectó mis actividades académicas, sí me relegó a los libros de una forma poco habitual, ya que entregué mis ojos a un montón de teoría y (en algunos casos) verborrea prosaica que, a pesar de todo, coadyuvó en la construcción de un pensamiento menos desordenado y fugaz.

Antes que nada, debo pedir una disculpa, pero la copia predecesora a la que están leyendo, era un intento por narrar de una forma personal y un tanto ecléctica, la relación entre las diversas lecturas, y las dos ideas por las cuales (una de ellas, o no la recuerdo, o la agregaré sin darme cuenta), tuve la intención de abrir mi software especializado en blogs, y la que al parecer, dejó de existir por un teclazo oprobioso que me llenó de furia por algunos minutos, para después, volver a la tarea que me competía. Decía que, me encontraba en los primeros pasos de la construcción de un protocolo de investigación, que a su vez se verá manifestado en una tesis, y entre la diversas dificultades que he afrontado, una de ellas, el aspecto teorético geográfico, ha sido por demás complejo y evocador de desasosiego ya que, como han de saber, es una línea muy delgada (a veces imperceptible), la que nos separan de otras disciplinas de índole científico natural o nomotética, y social o humano.

Sé que la división de las disciplinas así, supondría una deconstrucción incorrecta de la teoría de los sistemas-mundo de Immanuel Wallerstein, puesto que él señalaba que a principios del siglo XIX, las ciencias idiográficas, monográficas o descriptivas como la historia o la misma filosofía, fueron separadas de la “ciencia”, basada en la comprobación de hechos cuantificables y medibles, la cual halla sustento en los postulados de Augusto Comte, trayendo con ello una serie de efectos nada deleznables, con los cuáles, el abordaje de los fenómenos y problemas del mundo, cayó en un particularismo, del cual, ni la propia geografía, pudo escapar.

Desde luego, la obra introductoria de dicha gran narrativa, te deja una visión que trasciende más allá de la propia separación de la ciencia. Bajo esas premuras, puedo decir que es un esbozo lacónico, sesudo, y hasta cierto punto seductor, del cómo se formó el sistema económico, político, cultural y espacial, que se configura hoy en nuestro planeta. Y tampoco puedo decir que sea una realidad como tal, pero se acerca mucho al estado de parálisis planetaria por el que pasa, tanto el sistema natural, como el social.

En la empresa incesante de encontrar un marco teórico, y como resultado de una serie de búsquedas conceptual, di con una teoría geográfica en construcción, alternativa y contemporánea como es, la geografía de los imaginarios. Tema tratado en un libro ofertado en la FIL del 2013, por la coautoría de Alicia Lindón y Daniel Hiernaux, que de forma predecesora, también participación en la redacción del Tratado de Geografía Urbana, una invitación al abordaje de fenómenos que, sin duda, son de interés para la geografía y otras ciencias sociales en particular.

Este marco teórico metodológico, se caracteriza por abordar la relación subjetiva de las personas y los medios con una técnica evidentemente cualitativa, pero con énfasis en un enfoque constructivista, y transformar en algo diáfano, lo que nuestros ojos ven, pero que rara vez son tratados con los enfoques práctico nomotéticos de la disciplina, por lo tanto, se dice, se destina a llenar huecos del conocimiento geográfico.  Dicha conjugación prosaica abre diversas pautar para el tema que tengo en ciernes y que, desde luego, debido a su carácter en demasía pertinente, marca un camino ordenado desde una óptica confusionista (no china, en el bosque de la china, la chinita se perdió) que realmente me tenía perturbado, hasta hace un par de semanas.

Empero, para llegar a esa asíntota (o el clímax de un ciclo A de Kondratieff para que me entiendan), tuve que pasar desde textos fundamentales, hasta por ciertas lecturas recomendadas por medio del típico chascarrillo de corredor. Me topé, sin utilizar manu militari una investigación acuciosa, con una crítica-artículo de Carl Sauer (el geógrafo cultural estadounidense por antonomasia) hacia la poca producción de conocimiento en el área denominada “Geografía Histórica" (que, por cierto, resulta ser también su título) y a una invitación para el abordaje de una amplia gama de temas, a veces ignorados, otras mal abordados, de interés en el área. Su énfasis en el geógrafo centrado en un lugar y su renuncia por abordar el todo cultural, me dio pautas para lo que leería después, además que abría un poco los flagelos conductores del tema de lo simbólico en la conformación de ciudades,

Volviendo con el tema de White, y en base con la teoría de los imaginarios que, a pesar de tener distintos pilares o basamentos, encuentra gran relación con la idea de Geosofía de J. K. Wright, quién en su obra de 1946 nombrada Terrae incognitae: the places of the imagination in geography, propone el término, el cual, de alguna manera “pretende dar cuenta de todos los puntos de vista, de todas “las ideas geográficas, tanto verdaderas como falsas, de todas las modalidades de gente- no solamente geógrafos sino agricultores y pescadores, ejecutivos y poetas, novelistas y pintores, beduinos (nómadas árabes del desierto) y hotentotes (etnia nómada africana)”.

Esto viene a colación (y las negritas no son para nada, arbitrarias) en la idea de superar el universalismo, con la idea del nomadismo (ver más información de White: http://resonancias.org/content/read/1359/kenneth-white-un-apocalipsis-tranquilo-por-hector-loaiza/), la cual es el pilar fundamental en la obra escrita del, quizá, uno de los últimos geógrafos transdiciplinarios integradores como Alexandre Von Humboldt.

El día de hoy, asistí y me encontré con algunos colegas universitarios (cita requerida: https://www.youtube.com/watch?v=TW-VzhRfg5I, es broma, todo tá’ cachi), para asistir a la conferencia magisterial magistral del Dr. Ottmar Ette, quién presentó, bajo su propio enfoque filológico, literario y semiológico, una interpretación somera de los Diarios que redactó en sus viajes por América y que, desde su perspectiva, no es que el geógrafo fuese únicamente integrador, sino también un nómada profesional, que cada día construía ciencia y que se encontraba en constante movimiento. Quizá, discernir entre ambas proposiciones nos llevará a afirmar que White sería mucho más parcial y especializado, pero un mundo en que el conocimiento se construye más rápido que en cualquier otro momento histórico (tanto el transcendente como el desechable), no deja de ser una propuesta interesante, para pensar, imaginar, vivir y sentir el mundo, y el espacio.