miércoles, 8 de junio de 2016

La geografía en un mundo posmoderno: La continuación de la reificación clasicista; por una nueva pedagogía con sustento teórico (opinión)



Después de 4 años en los cuáles te ves iluminado por una serie de conocimientos sui géneris o únicos, los cuales son parte convaleciente de una disciplina que, en la actualidad, podría considerarse un tanto ortodoxa, es menester entender que la posición de la geografía respecto de otras ciencias sociales como del corpus científico en general es más bien sombrío e intermitente. Con claro, sus muy diversas y no tan fácilmente cuantificables excepciones.

A lo largo de nuestro adoctrinamiento hemos sido convencidos de forma concreta y necesaria, que esa concepción memorística, naturallista, e inclusive descriptiva, ha ido desapareciendo en un intercambio frenético con otros métodos y técnicas de investigación. Actualmente, no existe aún un libro base, una teoría base, ni una sola cosmogonía de la disciplina, al contrario, una vez que el mundo se complejizó, una vez que la tendencia posmoderna se afianzó, no entendiéndola por su contexto sino por sus implicaciones culturales, económicas y políticas, la forma de ver los fenómenos ha sido carcomida, hasta tal punto en el que, sin una adecuada preparación, sería imposible indagar sobre las problemáticas más intrascendentes de la vida diaria.

Sí, en la posmodernidad, lo intrascendente también es complejo. Y esto se debe en parte a que una categoría básica de la disciplina se ha expandido, sino que inclusive, podría considerarse consolidada e impuesta en un sentido que creemos, ha sido más persuadido que obligado. El ecúmene, aquel espacio habitado por los hombre en su acepción griega es sólo el principio de una categorización que transgrede la propia separación societaria que a lo largo de los últimos siglos se ha conocido con el binomio oriente-occidente. Sí, el mundo de los salvajes y el civilizado.

En su acepción completa, el ecúmene, u oukúmene, refiere a la tierra habitada por los hombres civilizados, en donde los salvajes no existen o se encuentran en un proceso civilizador. Pues bien, la actual tendencia posmoderna y neoclásica basada en el laissez-faire, parece ser una analogía perfecta, sino es que también el culmen de dicho proceso. Al ya no haber tierras inexploradas (al menos, superficialmente) las metas de la disciplina cambiaron, y dejaron de lado esa intentona difícil e intempestiva de continuar describiendo de manera diacrónica la forma y el fondo de los territorios. Ahora inclusive, se vuelcan las cosas a conocer e interpretar las esencias y características del lugar, ya no con una potencialidad estatal u oficialista, sino como un factor en donde el desarrollo y la mejora en calidad de vida de las personas locales se vuelven menester y meta.

Pero, mientras la geografía da estos giros tan necesarios y pertinentes en el nuevo siglo, ¿que ha pasado en la percepción del ecúmene por parte de los otros, aquellos que no ejercen ni conocen de forma conjunta la praxis geográfica? Como hipótesis se debe decir que quizá, la concepción griega del ecúmene y la visión naturalista aún siguen vigentes en un mundo que los rechaza y los confirma de forma análoga y latente. La no geografía es mayoría, y no es 50 más 1, ni siquiera un 80, u 90, es grosso modo, todo y nada. Sí, tal y como es la esencia misma de nuestra disciplina, saber sobre la mayor parte de las cosas, y a la vez no profundizar en alguna sensu stricto, aunque ello tampoco sea universal.

Por ende, la universalidad geográfica no es la que el geógrafo construye, sino la que la sociedad ha creído que se sigue construyendo en base a las premisas más clásicas y elementales de la misma. Esa creencia generalizada, empero, más que requerir una permuta, debe permitir darle cabida a las nuevas concepciones que se constituyen y construyen en la misma. De tal suerte que la educación básica o elemental debe ser permeada de manera sucinta y lacónica por lo que bien valdría titular como "la nueva geografía en un mundo posmoderno".

En el interior de la geografía, por otra parte, las tentativas por construir una teoría generalizable, y no general o estática, deben continuar. Aunque como bien Heráclito señalaba que el movimiento era la naturaleza esencial de las cosas, en geografía, el movimiento es una cualidad adyacente al espacio y al tiempo, cuya trama es difícil de predecir, pero no por ello, se consideraría una empresa imposible e innecesaria. Las nuevas tendencias o giros en geografía, coadyuvarán a reencontrarnos con la esencia misma de la geografía, bajo una lógica espacio tiempo distante cronológicamente; dónde las bases u esencias epistémicas puede que sean similares, y no sólo eso, sino que puedan construirse a partir de un pasado en cuyo seno, aún gira ese Delfos griego, a la espera de revitalizar la forma de ver la realidad contemporánea.