jueves, 19 de junio de 2014

El suicidio de un geógrafo.

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Desde la reciente publicación en el portal cultura colectiva, donde se presenta el trabajo de Donna J. Wan, referente al paisaje de los suicidas (http://culturacolectiva.com/donna-j-wan-el-paisaje-de-los-suicidas/), no me ha dejado de cautivar la idea disciplinar del ocaso o fin de un geógrafo en específico.

¿Qué provocaría que un geógrafo dejara de ser él mismo? No necesariamente se relaciona con la idea biológica de la conclusión vital de un ser humano relacionado, sino de las razones o conductos por los cuales, una persona con la filiación o interés por la disciplina, quedara escindido de la razón de ser propia de la misma. Para muchos, la ciencia geográfica no es más que un complejo de conocimientos relacionados con el cuerpo vital de un estado en particular. Aun en nuestros días, la idea se remite a su raíz griega de geo Tierra, y graphia Descripción.

Resta decir que esas ideas pecan de obsolescencia y marchites. Dentro del pensamiento geográfico existe un consenso generalizado que versa precisamente, en que el objeto y el carácter de la disciplina, responde al interés de un conocimiento de las relaciones entre el hombre y el medio que lo circunda. Por ello, la centralidad predominante del espacio geográfico es una k (constante) casi en cualquier trabajo relacionado a ella. No obstante, al ser una ciencia que se encuentra entre los límites de varias disciplinas afines, y cuya heterogeneidad temática puede llevar a la indefinición, debe reconocerse que en más de alguna ocasión, se generarán contenidos superfluos, que no respondan a la esencia competente.

Pues bien, el verdadero “suicidio” que cometería algún sujeto miembro de la praxis geográfica se daría, en strictu senso, cuando de forma inadvertida el contenido de su trabajo estuviera cargado de términos y comentarios afines, pero con una resolución hipotética exógena y distante. Así por ejemplo, al haber finalizado el estudio de una ecosistema en función de los linajes taxonómicos de alguna especie en particular, y no de su distribución, conexiones, especialización, o dispersión espacial, se estaría cayendo en un campo afín a la disciplina (Biología), para responder (desde esa perspectiva) a una problemática como tal.

El suicidio de un geógrafo está íntimamente relacionado con una débil franja disciplinar que lo une y separa de ciencias afines. Su carácter dicotómico físico-humano, sus diversas corrientes y escuelas, y la amplia gama de problemáticas que pueden ser abordadas desde y para la geografía no deben nunca de desviarse de los fines y objetivos preconcebidos. Así pues, el suicidio se relaciona con los aportes vacuos, ignorancia disciplinar, abandono irremediable en pos de una técnica o ciencia afín, desapercibimiento de la perspectiva espacio-paisajística-temporal, y otras que en menor medida, dilapidarían el quehacer del especialista del hombre y la tierra.

¿Es acaso la imagen que de archivo propio anexo a la presente entrada, la imagen que ve un geógrafo antes del suicidio? Temo que no, tampoco es hoy en día una de las más recurrentes debido a la gran concentración demográfica en la ciudad. Lo que representa es, en esencia, esa imagen de un espacio que está siendo transformado por la mano del hombre y su madre naturaleza. Más allá de lo visible, se encuentra lo que Pierre George considera invisible, aquellos derroteros históricos, aquellos elementos que provienen de otras partes, aquel espectador que se encuentra fielmente, al borde de la catarsis y diálogo con la naturaleza.

Recordando a Octavio Paz: “Algunos intentan salvar al mundo, otros leerlo, nosotros (los geógrafos) queremos hablar con él”.

1 comentario:

  1. Muchos geógrafos se han suicidado y es cómico, porque ellos creen que como geógrafos siguen vivos.

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