Desde su fundación y asentamiento definitivo, la ciudad de
Guadalajara se ha caracterizado por estar orientada en su gran parte hacia la
actividad comercial. Aunque hubo periodos en que la industria significó un
motor importante para su crecimiento, la ponderación de sector terciario se ha
colocado siempre la presea de oro. El típico “micronegocio” diametralmente
opuesto a las grandes empresas y corporaciones de la capital del país, provocó
que se le haya catalogado desde un típico “pueblo bicicletero”, hasta “un
rancho grandote”, en alguna de sus épocas de desarrollo.
¿Cómo ha sido posible que una ciudad haya crecido tanto en
tan poco tiempo? Aunque no en población, la extensión horizontal de la perla
tapatía llama la atención desde lo alto de un avión, los cerros que la protegen
o desde encima de algún monumento o edificio moderno que se distingue en el
horizonte, la razón definitiva estriba en su continuidad temporal y gran éxodo
rural. Así como el barrio del “El Retiro” envolviendo al Parque Morelos en tres
direcciones, recibió a una cantidad de población considerable del municipio
de Yahualica de González Gallo, la
posición geográfica ha provisto a Guadalajara de un protección ante amenazas
revolucionarias, federales o religiosas. Aunque guarde una eminente
característica conservadora, el actual modelo de desarrollo urbano, responde
más a adaptaciones que vanaglorian el uso del automóvil y que en su momento,
dominaron los planes de desarrollo de los grandes países europeos o del mismo
vecino norteamericano.
En su momento la ciudad guardaba una exclusión socialmente
aceptada a lo largo del Río San Juan De Dios, en el oriente vivían los obreros,
peones y jornaleros que dedicaban su vida a laborar en el comercio o la
industria, y en el poniente la clase pudiente, aquella que mantenía modos de
vida conservadores, formales y religiosos. Era una dicotomía diáfana, no tenía
porqué ponerse en tela de juicio tal separación; hoy en día, aunque se parte de
supuesto de una ciudad más rica y equitativa, lo cierto es que la separación
invisible entre aquellos que dominan la producción y distribución[i] de
bienes y quiénes alimentan ese mecanismo, sigue estando vigente.
Pero, ¿y qué ha pasado con esa expansión y difusión espacial que la hace hoy en día distanciada en relaciones tiempo-espacio? Por un lado la descentralización de las actividades del centro y una dispersión espacial de las diversas actividades económicas, y por otro, la gran especulación inmobiliaria que ha creado centros aglutinadores de alta plusvalía o lo que sería lo mismo microciudades amuralladas. La expansión de la mancha urbana ha sido consecuencia aun en mayor medida por esa eclosión de viviendas de autoconstrucción de gente que no podía acceder a un hogar de forma regular. La ciudad ha tenido que adaptarse a las necesidades de una población dispersa (poniente) y concentrada (sur-oriente), aunque cada vez se torna un reto de verdadero contorsionista, dotar de servicios y accesibilidad a una cantidad ínfima de personas con características y patrones de movilidad inconmensurables.
Pero, ¿y qué ha pasado con esa expansión y difusión espacial que la hace hoy en día distanciada en relaciones tiempo-espacio? Por un lado la descentralización de las actividades del centro y una dispersión espacial de las diversas actividades económicas, y por otro, la gran especulación inmobiliaria que ha creado centros aglutinadores de alta plusvalía o lo que sería lo mismo microciudades amuralladas. La expansión de la mancha urbana ha sido consecuencia aun en mayor medida por esa eclosión de viviendas de autoconstrucción de gente que no podía acceder a un hogar de forma regular. La ciudad ha tenido que adaptarse a las necesidades de una población dispersa (poniente) y concentrada (sur-oriente), aunque cada vez se torna un reto de verdadero contorsionista, dotar de servicios y accesibilidad a una cantidad ínfima de personas con características y patrones de movilidad inconmensurables.
Ahora, los retos de las estancias gubernamentales se enfocan
a desarrollar un nuevo modelo de movilidad que en nada resultará satisfactorio. La
cantidad de automóviles en circulación está fuera de las capacidades de la
ciudad, el servicio público es insuficiente, los problemas de contaminación son alarmantes, las imágenes tristes e impotentes de ver a una mayor población
indigente o los propios indígenas que continúan alimentando ese éxodo rural y
urbanización del país no cesan. Guadalajara está al borde de la parálisis, una
ciudad que en su momento fue bella, esplendorosa, reconocida por sus obras
arquitectónicas, el eclecticismo de los hermanos Barragán, las fincas francesas
que en el porfiriato se construyeron, los grandes museos y cines que ahora
están en el abandono o son estacionamientos. El Teatro Cuauhtémoc, El cine Del
Bosque que proyectaba cintas independientes, el gran Parque Alcalde, o el Agua
Azul, hoy no son más que iconografías vacías, con una historia de auge y
decadencia por detrás.
¿Es eso a lo que llaman eclecticismo? Se ha creado a una
metrópoli incompleta monstruosa, dónde aun existen servicios especializados que
sólo se encuentran en la capital del país, aunque de cierta forma, México siga
siendo un país centralizado, aún y con el federalismo, cuya insignia en el Parque
de la Revolución y la propia avenida, no hacen más que alardear a un estado que
es totalmente falso, corrupto y dañino. ¡Hasta cuándo entenderán que no sólo es
la movilidad! ¡Hasta cuándo verán las demás problemáticas! ¡Hasta cuando
seguirán tomando al transmigrante centroamericano como un tema tabú! ¡Hasta cuando
dejarán que se exploten a niños en los principales cruces de la ciudad! ¡Hasta
cuando protegerán a los indígenas que llegan a la ciudad y los hechan del
centro cuando su única forma de manutención es vender sus artesanías allí! El
gran macrocéfalo mexicano llamado Guadalajara pide a gritos un arreglo, pero el
mismo debe venir de todos. Ante todo el ser humano primero, después que metan
los coches que quieran. ¿Será que pido mucho o no se tiene derecho a pedir?
Todos somos tapatíos, hasta los chilangos esos que llegaron y acabaron con
prácticas laborales sanas y benignas. Esperemos que en un futuro no muy lejano, ese
eclecticismo dé paso a una cuidad neo conservadora (no en el sentido político de
la palabra), en dónde lo bello que ahora se tenga, prospere y enaltezca la
imagen de una (con todo) bella ciudad.
[i] “El poder no es de
aquellos que detentan el poder, sino de aquellos que controlan los flujos”. Milton Santos.
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