Simón Bolivar, de seguro hoy, ha de estar revolcándose en su tumba.
No hace mucho tiempo, mientras recordaba con pensamientos trémulos la despiadada muestra crítica de ideas eminentemente geográficas de Dr. Miguel Ángel Troitiño, deduje que sus palabras valdrían la pena recuperarse, pero no en un sentido pasivo, inerte, sino con un crítica a hurtadillas, desde lo lejos, desde aquella voz lejana que le impiden ser escuchada mientras de fondo existe ese tilinteo exuberante y apócrifo, capaz de obnubilar hasta el alma menos maniqueísta. Esta entrada, más que ser un facsímil de su exposición de ideas, es un corolario con claras muestras de inconformidad, tristeza, aunque no por ello, remita en algún momento la desesperanza en la crisis. Intentaré ser lo más breve.
El título de su plática se titulaba “Geografía y ordenación del territorio”, algo que me parece, fuera de sí, puesto que su propuesta y exposición versaba, precisamente, de un crítica a la geografía y las formas tan enclenques, en que el espacio objetivo delimitado por el hombre, es ordenado. Primeramente, señalaba que la ordenación era un campo de actividad profesional y no una disciplina, esto supera de forma intencional, el gran debate teórico inservible de si debe verse como una técnica administrativa, una política pública o una ciencia en sentido lato.
La primera crítica se resume de la siguiente forma: Asumir un compromiso aún en austeridad, con la resolución de problemas. Y al parece ello suena bastante ambiguo, pero con el pasar del tiempo, no lo será tanto. Por mucho tiempo, el planeta fue abordado en su entereza por la geografía con una intencionalidad eminentemente descriptiva, física, y en ocasiones, independiente del hombre, y hasta de los propios geógrafos en su carrera sin fin hacia la abstracción perfecta del espacio terrenal. Bajo esas premuras, parece sensato invitarnos a explicar al mundo, contribuir con el ordenamiento, y mejorar las condiciones en los habitáculos. Empero, dichas preposiciones preconcebidas fueron anuladas fatídicamente al señalar, también de manera sucinta, que el mundo actual no es controlado por aquellos con el poder de mejorar el mundo, sino por otros con el poder de imponer relaciones asimétricas de desigualdad (trayendo a colación a Raffestin).
Por otra parte, partir de la idea de que los territorios son construcciones sociales entre los elementos naturaleza, sociedad, cultura y economía, parece lógico, pero su culminación es aún irrisoria. Quizá, sería mejor entender el concepto como un proceso, en donde los elementos aparecen entremezclados y su redeterritorializan. El trabajo multidisciplinario también trae como consecuencia una hibridación del pensamiento, un diálogo frente a paredes que en ocasiones, son inteligibles, y que cuando logran consensuar, nadie recala en la necesidad de ser uno mismo, y pensar en la materialidad colectiva.
Continuando, la geografía es, ciertamente, una disciplina que intenta explicar las cosas de manera relacional, pero ello es apenas uno de los principios de nuestra empresa. Quizá en este mundo que intenta parcelar cualquier cosa o forma de vida, tener la semilla de una curiosidad alzada sería una cuestión algarábiga, pero cuando de ello depende tu presencia o ausencia soslayado y atado ante una serie de preceptos que te obligan a acotar tu perspectiva y a ser lo más sesudo y estrecho posible, el totalismo en formación, termina en un hiperespecialización desmesurada. Lo cual, desde luego, no es del todo positivo, y tampoco negativo, si se parte de la idea, siempre y en todo momento, que lo que vemos desde nuestra ventana, es un escenario surrealista lleno de dimensiones, emociones y valores multisensoriales.
El corolario al parece correlacional con el título de su ponencia, parece terminar por distanciarse cuando hace uso, por primera vez, del término crisis. Palabra en boca de todos y quizá en la internet luche con fuerza por mantener la hegemonía lexicológica frente a términos tan artificiales y efímeros, como facebook, like, youtube, o tuit. Y por efímeros me refiero a la escala de años, porque, si bien, la red ya controla buena parte de nuestras vidas, no hace lo mismo con nuestras realidades, esas ventanas vernáculas que en ocasiones no ser archivan, y que es imposible frenar.
La crisis a la que alude, se entiende como la capacidad de no entender la diversidad y riqueza del planeta. Y que su crítica en el binomio biodiversidad-multiculturalidad es una realidad en demasía, comprobable. Existe también, una idea de que el desarrollo y crecimiento no son iguales, de ahí que cite con detenimiento la teoría del decrecimiento y el ingente menester, de reducir la brecha de la desigualdad mediante la distribución más equitativa de los recursos. Algo, ciertamente, en boca de todos, y de hecho, como el devenir de muchos, pero en la praxis indebidamente muerto.
Para resolver dichos problemas, desde su particular opinión ofrece como alternativa la construcción de una nueva cultura territorial y el crear un nuevo modelo de desarrollo. Palabras muy bellas pero poco armoniosas, debido a que se proponen desde una realidad distante post crisis, o mejor dicho, ex post de la misma, como es el conocido caso español. Hay una gran lista de competencias no descubiertas y aplazadas en la sociedad local que bien podrían refutar sus planteamientos, pero que, como vivimos solos con una cultura malinchista, creemos que una realidad diferente alterna se construye desde fuera, y no, como fueron los estudios de caso que a Milton Santos lo llevaron a escribir Por uma outra globalização, en dónde se descubren potencialidades desde lo local, desde los barrios más bajos y que son sinónimo de pobreza cultural, como una esperanza, oculta pero vida, arrebolada aunque empática, humilde y compleja. Por tanto, quizá, más que buscar nuevos modelos, lo mejor sería terminar con ellos y pensar en una nueva forma de construir habitáculos donde el ser humano sea inma y trascendeltamente una parte más del mundo, y no un transformador del mismo, como bien señala Heidegger en varios de sus libros y ensayos.
Una de las ideas que más estuvo presente en su presentación de idea, fue aquella de que la cartografía no es neutra, de hecho, nunca lo es. En su empresa de representar un mundo objetivo en un plano bidimensional, el geógrafo termina presa de su misma trampa. Un autosuicidio, de los que pocos (como Brian Harley) están concientes. Lo que tal vez habría que crear, es mapas que explícitamente reflejen una intencionalidad que es real y que no intenta conformar una verdad.
Si el saber geográfico se remite a una cultura territorial y a las relaciones que de ella emane, habría que saber, con gran acierto, impregnar al ordenamiento dicha fórmula. La capacidad de pensar es el bien más valioso de todo académico, y que cada se pierde, no porque se deje de hacer ciencia, sino porque se deja de filosofar. Esa impetuosidad le ha costado al planeta una dominación casi conditio sine qua non existe una huella del hombre. Huella que ya deja de ser solamente ecológica, y que lo es también, social, económica, cultural, y también, geográfica. De esa manera, creo que la capacidad de observar es necesaria, pero no es la única y de hecho, de todos los órganos de ser humano, es el sentido (la vista) que mayor potencialidades tiene de ser restituido mediante el desarrollo de otros que han sido, en los últimos siglos, relegados a un plano meramente complementario en el mundo occidental. No sé si es porque en este momento me encuentre escuchado música de Shostakovich, pero es posible encontrar capacidades ocultas con tal solo cerrar los ojos.
No podría estar más de acuerdo en que la clave es revertir la desigualdad, y cuya tarea de superación debe ser timoneada por una praxis política constructiva, coherente, novedosa e innovadora. Sin embargo, al menos yo atisbé su confianza y anhelos positivos bastante lejanos. Lo que podría recuperarse es la intencionalidad de crear una inteligencia territorial (y ojalá espero Howard Gardner, lea alguna vez esto), tanto en los habitantes, los que viven en el espacio banal y en los gestores o dirigentes (claro, supongo, en forma provechosa para todos). Es del todos sabido, que relación hombre/territorio es por de más ambivalente. Y su proposición de crear, desde una perspectiva moderna y enmarcada en la complejidad, una visión humanística del territorio no sólo retransformaría a los propios espacios delimitados por el hombre, sino también a la propia geografía. Esto quizás, es lo más esperanzador, aunque quimérico de su ilación verbal.
Esa prospección ideal de una realidad aún surrealista, puede ser posible si desde hoy no sólo se concientice al ser en el mundo, sino que se le inste a actuar, y no sólo en un plano meramente individual, sino como actuación en dónde no existe un papel principal ni un sólo protagonismo, sino 7 mil millones de ellos. De ahí que señale y recomiende, preocuparse por lo que pasa en el mundo. No por ser una tarea cotidiana, sino porque la transformación de las realidades podrá nacer cuando las verdades universales ya no giren en torno a los novicios de Platón y sí a los hombres geográficos en el sentido de Robert Sack.
Finalmente, habrá que señalar que aún con ello, hay que ver con ojos críticos y desde nuestro propio Aleph, una proposición a la acción que no escapa de las fervientes ideas de conservacionismo occidental. Nuestra indiferencia por la historia, por lo nuestro, y por los nuestros no sólo nos ha llevado hasta dónde dónde estamos, sino que nos ha alejado de nuestra verdadera razón de ser en mundo que cada vez más se cierra, pareceliza y ve nacer, un montón de ideologías que devienen cada vez más en la ortodoxia. Las palabras de Fernando de Paso en un discurso publicado en 1992 son tan válidas en la actualidad que terminan en ocasiones, con la confianza y la postura fija de seguir adelante. Ese “estamos solos” es una invitación a la autorreflexión, hacia una fiesta propiamente nuestra dónde nuestra raíces están invitadas, aquellas que cada día ser marchitan, olvidan, pero que no se dejan, y espero no se dejen nunca, de imaginar.
Cierro finalmente con una frase del mismo ponente, “La ciudad es mucho más que arquitectura, son espacios de vida”.
0 comentarios:
Publicar un comentario