A raíz de la lectura del libro cuyo imagen antecede a esta entrada, puedo decir –sin temor a equivocarme o plantear ideas quiméricas- que el ordenamiento territorial, como una de las herramientas fundamentales hoy día por partes del gremio geográfico, pasa por una etapa de replanteamientos, emergencia, y efervescencia, acaecida desde hace más de 30 años debido a los costes económicos, sociales, políticos o culturales que han supuesto las políticas públicas apriorísticas basadas en el sentido común y no en un constructo no sectorializado de larga data como pretende ser la herramienta geográfica multidisciplinar (valga el pleonasmo).
A lo largo del libro atisbaba cómo las prosas teoréticas marcaban cierta indefinición respecto al futuro de las políticas territoriales. Es decir, ¿cómo se adaptará a la ciencia, técnica administrativa o política pública (dependiendo de sus diversas acepciones) a un futuro incierto y oprobioso? Decir que con el tiempo se irán replanteando los métodos, ignora que los efectos de la globalización en todas las manifestaciones o facetas que la veamos, ha causado estragos ineludibles, lo que es peor, plantear que las coyunturas irán mejorando su aplicabilidad ignora por completo un devenir espacio temporal reticente, ¿Quién se encargará en el “entre” de los problemas espaciales que aquejan a la sociedad? ¿cuándo terminará el periodo de “prueba” del ordenamiento para convertirse en todo un constructo teórico metodológico que coadyuve en la determinación, la diáfano y esperanzador?
Hoy día lo que tenemos no son más que esfuerzos prácticos que, sin duda alguna, siguen en un periodo de replanteamientos. En el caso específico de la lectura se pueden dilucidar entre métodos subjetivos o cualitativos, humanos, físicos o relativos a la aplicación in situ de un marco conceptual exógeno que en vez de ser replanteado o adecuado a una realidad diferente y distante, no hace más que enarbolar la imagen cultural de lo vernáculo como sinónimo de tecnicidad institucional ciega. Por tanto, se sigue un camino sectorializado, no en el sentido interdependentista o de relaciones asimétricas tanto horizontales como verticales entre entes miméticos, sino fragmentario de conocimientos que deben ser interconectados en un crisol que planteé lo que nadie ha planteado, que diga lo que nadie se ha atrevido a vociferar, que explique aquello inextricable, que oriente el caos, y resuelva conflictos.
Todo ello me lleva a la conclusión de lo que se necesita no es una guía lo suficientemente útil para seguir en el juego de la prueba y error, sino que es necesario poner las cartas sobres la mesa y comenzar a aprovechar una oportunidad que no nace por la perseverancia geográfica, sino por preocupaciones reales, tajantes y tangibles, las cuáles son palpables por cualquier individuo: la acelerada degradación del medio ambiente, la cuestión polemizante del cambio climático y las preocupaciones relacionadas a grandes entes macrocefálicos a nivel global los cuales se vuelven una amenaza, no sólo para su población local sino para el mundo entero. La conferencia de Río en el año de 1992, y el establecimiento de la Agenda 21 global y local son, sin temor a equivocarme, grandes iniciativas que han permeado a la mayor parte de los estados nación y que hoy día exigen a países de centro como de la periferia, replantear sus políticas públicas con medios y fines que desemboquen en una mejoría (objetiva y subjetiva) de la calidad de vida en sus habitantes.
Volviendo al aspecto local encontré ciertas similitudes como lo ocurrido en países tan lejanos como Argentina y pude plantearme ideas catastróficas con lo que ahora repercute al pueblo de Temacapulín con el establecimiento (i) lítico de la presa el zapotillo, trasladando y yuxtaponiendo el caso de Potrerillos cuyo caso se explica en uno de los capítulos. Sin embargo, ningún caso es idéntico, no se debe nunca creer que los eventos pueden ser sincrónicos o diacrónicos entre dos territorios distintos y distantes cuando ni siquiera su clima se asemeja, y aunque eso me lleve a una raciocinio eminentemente naturalista, se debe de entender que el ordenamiento territorial debe ser resultado de un episteme o pensamiento geográfico totalizados, integrador y por tanto, más pertinente que cualquier otro acercamiento (técnico o no) a la complicada realidad.
La idea que me nace y que quiero decir como una de las aportaciones subjetivas a esta obra, es que reducir al ordenamiento territorial a alguna de sus 3 acepciones es una entelequia. Si en el mundo real existen tantas geografías como geógrafos (citando a Johnston) entonces los estados requieres diversos ordenamientos (s) territorial (es), está claro que intentar teorizar sobre la aplicabilidad de una guía a nivel internacional será un arduo trabajo que ex ante de ser concluido nos llevará a remontarnos a la revolución cuantitativa y sus intentos “cegados” positivistas de querer teorizar con un espacio dinámico, heterogéneo y desigual. Está claro que existe un ordenamiento para cada espacio, y dicha empresa debe de responder a la mayor parte de intereses con el fin de ser consensuado. Sin embargo, existe un interés que está por encima de cualquier otro, precio o persona física y moral: la armónica habitabilidad de nuestros espacios. Ya lo planteó también Harvey en un sentido crítico en contra del sistema económico financiero capitalista, ¿qué geografías para qué políticas públicas?
Es crucial entender a los territorios en su totalidad para poder emprender un camino diáfano y exitoso en el campo de la geografía. Debemos ser conscientes de que ésta no es una tarea exclusiva del geógrafos, mas no podemos seguir jugando. Así como algunos toman a los SIG’s como una herramienta imprescindible, debe reconocerse que nada es fundamental sino se tiene antes una conciencia espacial lo suficientemente desarrollada para desarrollar y ordenar territorios. Debemos valernos de todos los ordenamientos para considerar aquellos que sean pertinentes (o no), en el espacio en que habitamos o habitaremos. Sólo considerando la pluralidad el ordenamiento territorial permeará en todo sector de forma positiva. Únicamente de esa manera y con una estrategia construida a través del tiempo (largo o más aún) lograremos ser reconocidos por lo que somos y no lo que valemos; grandes pensadores del espacio.